Los colores de las vestimentas típicas, el sabor de las comidas tradicionales, las lenguas ancestrales y la fuerza de la música fueron protagonistas de este viaje por Colombia. Cada grupo representó su territorio con orgullo, tejiendo un mosaico cultural que revivió nuestras raíces más profundas. No fue solo una muestra artística; fue una manifestación de vida, resistencia y proyección.
Este encuentro representó una Colombia alegre, diversa y resiliente. La cultura no es un adorno: es la base que nos sostiene, lo que nos une y nos recuerda que venimos de historias poderosas que merecen ser contadas y conservadas. En ese espíritu de unión, el SENA cumple un papel esencial: fortalecer los lazos comunitarios, abrir espacios para el diálogo intercultural y potenciar la riqueza de cada territorio.
Más allá de la formación técnica y tecnológica, el SENA se consolida como un lugar de encuentro espiritual, de crecimiento humano, donde se siembran esperanzas y se cultivan esencias. La entidad más querida por los colombianos demuestra, una vez más, que formar es también construir identidad, tejido social y futuro compartido.
En Santander de Quilichao, se celebró mucho más que un evento: se vivió una Colombia que dialoga desde sus saberes, que se reconoce en su diversidad y que proyecta su grandeza desde cada aprendiz que lleva en el corazón el orgullo de su tierra.
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